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Esta
entrada no pretende ser un ensayo académico de historia, ni mucho menos, sino más
bien un pequeño aporte para acercarnos un poco más a la Juana, este personaje
tan enigmático, controversial y ejemplar.
Es
evidente que la construcción del Mito de la Juana ha contribuido con diversas
causas, desde posturas feministas que procuran construir una imagen de pionera,
hasta nacionalistas recalcitrantes, que la han dibujado como una excepción a la
regla y que está ahí debe llegar como icono, pero nada más.
Lo
cierto es que las circunstancias políticas que reinaban en el tiempo de la Juana
no contribuían a tener un perfil más enriquecido y descriptivo, como si se tuvo
con otros héroes, cuyos semblantes fueron enriquecidos con documentos,
testimonios, hipótesis y el desarrollo de un culto personal, claro está, bajo
la máscara de patriotismos que rayan lo chauvinista.
El
Paraje del Tiempo, en esta primera entrega configurada como parangón de trilogía,
ha procurado aportar en el debate contemporáneo, una narrativa más coloquial y
cercana a nuestros tiempos. Es verdad que en el fondo se procura interpelar el
presente desde una mirada crítica, como ya lo han hecho escritores e
historiadores de prestigio, pero nunca esta demás incrementar el caudal de
palabras e ideas que giran entorno de la Gran Juana, una mujer que trascendió
su tiempo y que quiso sembrar una idea que está floreciendo muchos años
después.
A
continuación, insertaremos en este post, un fragmento extraído del Libro Juana
Asurduy de Padilla, Perspectivas y Documentos, un testimonio muy cercano de un
niño que la visitó:
"Manejando
a caballo la lanza con empuje singular, y vistiendo pantalón blanco mameluco,
blusa escarlata husareada de oro y caso liviano de bruñida plata con cimera, la
tenienta coronela de las guerrillas de la independencia altoperuana, comparte
hoy día en la imaginación del pueblo, comparte con su esposo la marcial,
legendaria nombradía de caudillos denodados y constantes, caudillos de las
partidas de campesinos, que en servicio de la causa patriota regaron con su
sangre las antiguas provincias de La Plata y Potosí (...) De sangre mestiza en
ese grado de cruzamiento en que predomina más bien que la tez indígena el tinte
andaluz. (...) no alardeaba, sin embargo, de lo pasado, ni murmuraba de lo
presente. Era sobria de palabras como un veterano, algunos niños curiosos y
ladinos, en sabiendo que moraba de paso en la ciudad, nos costeábamos hasta su
alojamiento y la acosábamos a preguntas. Imposible que se prestara a un franco
relato, Pero una vez, tocada seguramente en la noble, abriéndosele con ceño
varonil las ventanillas de la nariz casi tanto como la boca, exclamo: ¡Guay,
que al fin rajaron la tierra aquellos chapetones malditos! Rajaron la tierra.
Esto sí que es escapar llevando el terror y velocidad del rayo "
Este
relato, no está libre de subjetividades, claramente nos dibuja a una Juana, ya
mayor, austera y seria, pero la expresión que suelta el final del retrato, la
dibuja como una mujer más sencilla, expresiva y por supuesto humana.
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